He sufrido un poco viendo un vídeo de una instalación artística en la que una máquina trata de recoger el líquido hidráulico que va vertiendo por una «herida».
Reconozco que me pasa con más cosas inanimadas: me molestan los edificios mal restaurados, sufro con las copas rotas o cuando la gente rompe algo porque sí.
Ese mecanismo me salta con temas como la ecología o la sostenibilidad; creo que no debemos romper las cosas que no se usen, ya no digo que debamos transformarlas, pero al menos no deberíamos degradarlas aún más. La teoría de los cristales rotos viene a ahondar un poco en esa «deriva»: Una ventana rota en un coche inicia una reacción de delincuencia en aumento en todo lugar y cultura.
Hoy he aprendido que (también) empatizo con las máquinas
La instalación también me hace reflexionar sobre todas las personas que nos quedamos mirando sin ayudar ni arreglar esa máquina (sobretodo tras el suicidio de Verónica Forqué y ya sin contar con los que se ríen, atacan o hacen leña).